La Casa de Mamá...

Ya estaba en Bariloche. Pasé mi primera noche intentando dormir, pero no podía. Me atormentaban los pensamientos... Mi abuelo estaba vivo, y no era lo que se decía alguien bueno. Mis poderes eran más fuertes que antes. Y lo más importante, Nadia estaba embarazada, y al día siguiente tendría que decírcelo a mi madre...
Nadia dormía con su cabeza apoyada en mi pecho. Suavemente acaricie su cara, corriendo unos mechones que cubrían su rostro. Era demasiado hermosa... Me levante lentamente, y apoyé con cuidado su cabeza en la almohada. Me acerqué a la ventana y contemplé el lago.
Pasados unos minutos me volteé hacia la computadora, entonces decidí que era hora de averiguar ciertas cosas...
Me conecté y puse el buscador de Google... Tecleé unas cuantas letras hasta que el nombre de mi abuelo estaba siendo rastreado en millones de páginas web. La pantalla me indicó que habían más de mil resultados. Iba a ser un arduo trabajo. Ingresé en la primera:


Se trata de una empresa de ciencia y tecnología. Distribuidora de productos en más de 58 países. Sus servicios superan los de otras compañías ya que trabajan con tecnología de punta...

No había mucho más salvo catálogos de artefactos para la medicina, drogas especiales, etc...
Entré en la segunda, y puse la versión en español:


El gerente de "Open Future", Federico Aataca, a asombrado hoy a miles de médicos al revelar que tienen una cura factible para el cáncer en su clínica de Seattle. No habló sobre como funcionaba, pero hizo pasar a dos ex-enfermos, que habían sido tratados...

Había algo que no me cerraba en esa noticia, pero decidí pasar a la tercer página, se trataba de una de esas páginas donde aparecen personas, pero no había ningún Federico, en su lugar había un tal Gabriel Aataca. Decidí probar suerte e hice click, entonces apareció una foto del hombre en cuestión...

-¡No puede ser!

En la pantalla aparecía la viva imagen de Miguel Aataca, mi padre...

Me quedé despierto largas horas pensando en eso. ¿Acaso mi padre estaba vivo? Miré por la ventana y contemplé la oscura noche, sin luna, lluviosa (algo raro para diciembre). Sólo unos pocos chicos pasaban por abajo bromeando, mientras se dirigían a algún boliche. Volví a la cama, y abrazé a Nadia, mis manos buscaron las suyas y así quedé profundamente dormido.

A la mañana decidí ir a ver a mi madre. Ella quizás tenga algunas respuestas. En el camino le hice un repaso general a Nadia de lo que había pasado. No pareció estar muy convencida, pero ibamos a dejar que mi madre nos aclarara el asunto. Si tan sólo hubiese sabido antes lo que iba a pasar...
Unas cuadras antes de llegar empecé a divisar el humo. Cuando doblé en la esquina anterior encontré lo que en algún momento había sido la casa de mi madre. Un grupo de bomberos intentaba apagar el fuego que se mecía sobre los escombros. Unos oficiales mantenían alejados al grupo de personas curiosas que se habían acercado a ver. Unos paramédicos se llevaban a una persona en una camilla. Decidí ayudar, estacioné el vehículo y abrí una puerta.
-Lo siento señor. No puede estar aquí -Informó un oficial.
-Ésta es la casa de mi familia.
-Entonces tal vez quiera ver a la niña.
-¿Mía? ¿Está bien?
-Está en la ambulancia.
No me quedé a charlar con el tipo. Tenía que ver urgente a Mía. Me acerqué a una Traffic pintada de blanco, y con la palabra "Ambulancia" escrita al revés y me dirijí a uno de los médicos:
-Quiero ver a mi hermana.
-Lo siento señor, todavía está inconsciente -Me decía mientras me llevaba con ella.
El médico abrió la camioneta revelando la situación de Mía. Estaba cubierta de vendas y gasas. Quien hubiese hecho esto lo iba a pagar. Levanté mi mano y tomé la suya mientras cerraba mis ojos. Entonces apareció frente a mí una escena:
Estaba en la casa, antes de que se viniese abajo, una noche lluviosa. Ahí estaba mi madre. Yo la miraba desde abajo. En frente mío habían dos tipos. Uno con traje, y el otro vestido informal. Entonces uno se me acercó y me tomó del brazo. Y me sostuvo contra su cuerpo mientras le gritaba a mi madre:
-¡Dame la tarjeta, o la mato!
Entonces noté que no era yo. Estaba viendo lo que Mía recordaba.
Pero algo raro pasó...
Mi madre empezó a buscar algo, pero el vidrio se rompió y una gran cantidad de agua inundó la habitación. Entonces mi madre aprovechó para sacar un arma del cajón. Pero fue demasiado tarde, un tipo levantó la mano y creó llamas incinerando el cuerpo de ella. Muchas lágrimas corrieron por mi rostro mientras veía el cuerpo de mi madre reducirse a cenizas...

Abrí los ojos de golpe... ¿Qué significaba todo eso?
Vi como Mía se movía en sueños. Unas lágrimas se escaparon de mi rostro, por lo que giré para que no me viera Nadia. Todo se había ido por la borda. Tenía que hacer algo...
Caminé hacia las ruinas. Empecé a sacar las piedras ayudándome telekinéticamente, pero controlando que ninguno de los que estaban trabajando lo notase. Seguí escavando hasta llegar a lo que quedaba del mueble. Saqué lo que quedaba del cajón que había abierto mi madre y lo llevé al auto. Lo apoyé en el asiento de Nadia y empecé a buscar en su interior. Habían unas llaves, municiones de arma, una tarjeta magnética y una agenda.
Guardé esas cosas en la guantera y pasé el cajón atrás. Nadia se sentó a mi lado y juntos empezamos a hojear la agenda. Era de hace unos cuantos años y estaba bajo el nombre de un tal Guallandrem, tenía anotaciones de reuniones con distintas personas y en un lugar mencionaba a Federico Aataca. Me fijé en la dirección de ese tipo. Vivía en Toledo... ¿De dónde habría sacado esto mi vieja?
Salí del auto y empecé a caminar en dirección a la ambulancia...
-¿A dónde vas? -Preguntó Nadia.
-A despertar a Mía. Tenemos un avión que tomar...

Vengo de Toledo...

No sabía como estaba Nadia, hacía un par de días que no la llamaba. Desde que había descubierto que podía transformarme y empecé a descontrolarme. No sabía nada del bebé tampoco, a esta altura ya debía saber el sexo de la criatura. Pero lo que más me molestaba era la muerte de mi madre. No había descubierto quien estaba detrás de ello. Pero al menos ahora sabía algo sobre mi abuelo. Le gustaba Argentina porque había muchos poderes para robar. ¿Tendría alguna probabilidad de encontrarlo?
De pronto se sintió una turbulencia en el avión.
-Les rogamos a los pasajeros que apaguen sus celulares y/o cualquier artefacto que pueda interferir con el vuelo.
Intenté calmarme. Desde que había despegado de Toledo que venían pidiendo que apagásemos los celulares, yo sabía que no había celulares prendidos, era yo el que estaba interfiriendo. Me relajé, intenté dormir, durante todo el vuelo hacia Buenos Aires había estado nervioso por esto. Después de la escala decidí tomarme algún tranquilizante... cerré los ojos...

Bajé del avión con la ayuda de una dulce azafata. Mis piernas ya dolían menos, pero aún así iba a estar un tiempo con esas muletas y ese par de yesos.
A la salida del aeropuerto me tomé un taxi. Le di al hombre la dirección de la casa de mamá. Quería saber qué había quedado de ella. Quizás alguna pista sobre mi abuelo entre los escombros. Quizás algún descuido por parte de los atacantes. El vehículo estacionó frente al terreno. En su lugar había sido construída una nueva casa...
-¡¡¡¡Mierda!!!!
Me bajé velozmente del auto, dejando al conductor con cara de sorprendido y el vuelto de propina. Me acerqué a la puerta y golpeé dos veces.
Escuché una voz conocida que decía "atendé vos".
Luego unos pasos y se abrió la puerta. Frente a mí me encontré con un chico de unos dieciocho años, sin afeitar, con un par de aritos en una oreja, y el pelo echo un desastre.
-Hola, supongo que vos sos Adrián, yo soy Agustín, el novio de Mía.

-¿Me podés explicar quién es ese chico?
Estabamos en la cocina, con la puerta cerrada para que Agustín no nos oyera.
-Es mi novio, pero eso ya te lo dijo él, yo creo que lo que me querés decir es qué hago saliendo con alguien mayor que yo.
-Bueno. Eso mismo. Venía con preocupaciones mayores, y encima ahora tengo que andar cuidando a mi hermanita que está saliendo con un pibe con barba... con más barba que yo!!!
-¡Yo sé lo que hago! ¡Yo lo amo! -Me gritó y salió dando un portazo.
La seguí, pero ya se habían ido del living. Pero a quien me encontré fue a Nadia, quién me recibió con un abrazo. Al cabo de unas horas la había puesto al tanto de todo, y disponía irme a buscar a mi departamento algunas cajas de mi padre, cosas que tenía guardadas, que quizás me ayudaran a revelar todo el misterio.
-¿A dónde vas?
-Tengo que buscar algo, es sobre mi abuelo.
-¿Podés dejar todo eso? -Parecía enojada- Tengo miedo de que te paso algo, no te quiero perder a vos también -Y me tomó de la mano.
-No me vas a perder, tengo que hacer esto. Vos no me entendés, mi abuelo es peligroso. Tengo que pararlo. No tengo ni idea de donde puede estar. Sé que le interesa este país porque acá hay mucha gente con habilidades y eso lo haría poderoso.
-¿Sabés que sos un idiota? ¡Te necesito conmigo! Pero vos estás más preocupado haciendote el agente secreto y preocupándote más de tu abuelo que de tus dos hijos.
-¿Hijos?

Estaba caminando por la calle. Después de mi primera discusión con Nadia no me sentía con ganas de hacer nada. Aparte me acababa de enterar que iba a ser padre no de "uno o una" si no de "uno y una", lo cual me lograba poner más nervioso. Miré hacia el cielo, perticularmente despejado. No sabía a donde tendría que ir ahora, no sabía cual era el próximo paso a dar, había confiado en que aún sigan las ruinas en lo de mi madre. LLegué a mi antiguo departamento. Las cosas no habian cambiado mucho, salvo por la ropa y algunos adornos que Nadia se había llevado a la casa. Busqué en el armario y encontré lo que esperaba, una caja con alguna que otra carpeta que había pertenecido a mi padre.
Entonces hice algo que no había hecho antes, leí su contenido. Había fichas de personas que aparentemente habían trabajado con mi padre, archivos sobre programas informaticos, e incluso una hoja con objetivos pendientes. Parecía como si mi padre trabajara para alguien que supiera de todo esto. Eran mis sospechas desde que hablé con mi abuela, había un grupo de gente que había intentado detener a mi abuelo una vez, y al parecer, la mayoría habían terminado muertos. Leí las fichas de las personas, las cuales tenían una fecha de nacimiento y una de defunción. Pero encontré una persona que todavía estaba viva. Una persona que no sabía cuanto me iba a ayudar, pero valía la pena intentar. El problema es que estaba en un sitio complicado para ir, un manicomio...

Angely Kempa era su nombre. Cuando llegué acerté en el horario de visitas. Los doctores me hicieron pasar.
-Usted debe ser Adrián Aataca -Me dijo uno de los médicos, matizando pregunta.
-¿Y cómo sabe eso?
-Fue Angely, ella ya lo estaba esperando.
Me llevó hacia una mujer un poco destartalada, de aproximadamente cuarenta años, pero podría tener treinta tranquilamente, sólo que el aspecto que estaba muy demacrada.
-Hola Adrián, es un gusto conocerte al fin.
-¿Cómo me conocés?
-Es mi habilidad, sé que tenés una también. Vení, sentate a mi lado, tengo algo que mostrarte -Le hice caso-. Tomá mi mano.
Se la di, entonces ya no estaba en ese lugar, si no volando sobre otra ciudad, que me parecía conocer por películas... era Londres... estaba volando sobre Londres... entonces algo pasó, empezó a cambiar de golpe, Londres se caía a pedazos, el lugar quedaba devastado... de golpe volví a la realidad...
-¿Qué acaba de pasar?
-No, pregunta equivocada, eso no acaba de pasar, eso va a pasar a partir del mes próximo. Te recomiendo que salgas ahora hacia allá. No vas a querer quedarte varado cuando empiece la tormenta...
-¿Qué tormenta? -Entonces como respuesta a mi pregunta se empezó a oír en el vidrio el golpeteo de lo que parecía granizo.
-Van a cerrar todas las rutas aéreas. Si querés llegar a Londres va a tenes que ser mediante tus habilidades...
Salí corriendo. Tenía que hablar con Nadia, esperaba que se haya calmado un poco, las cosas se iban a volver a poner complicadas...

Salí corriendo para casa... bueno... corriendo es una forma de decir porque las muletas molestaban bastante. El taxi seguía estacionado en la puerta del internado.
El cielo se estaba cayendo a pedazos, y el taxi lo sufría. Ppero me di cuenta de que podía frenar un poco las piedras mediante la telekinesis que tan poco usaba. A decir verdad no me gustaba mucho usar mis poderes, sentía que si los usaba podía salirme de control y volar la ciudad, por lo que los usaba en casos de extrema necesidad, como éste. Obviamente el taxista no se dio cuenta de qué era lo que salvava su coche, pero debía estar muy agradecido con lo que fuese que sea.
-¿Para dónde?
-Al barrio Belgrano. -Le di lentamentemente la dirección, mientras intentaba que el mundo no se nos cayera encima.
Al llegar bajé del auto y miré hacia la puerta de entrada. Un hombre alto y de tes oscura estaba parado bajo el techo de la escalera. Cuando vine la primera vez no había reparado en el pórtico, de hecho no había reparado en ninguna de las restauraciones de la casa. El hombre me miraba fijamente como si llevara un buen rato esperándome. Entonces a medida que el taxi se alejaba el sujeto levantaba un arma que había tenido escondida.
-Hola Adrián Aataca -Pronunció con un notable acento norteamericano-. Soy Joan White y este es mi saludo de parte del futuro.
Entonces se oyó el disparo...

Entonces se oyó el disparo. Vi pasar mi vida por mis ojos mientras la bala se acercaba hacia mí, pero entonces fue que ocurrió lo inesperado... la bala empezó a desacelerar, a la vez que el granizo caía más lentamente a mi alrededor. A lo que aproveché para hacerme a un lado. La bala impactó atrás mío, en un tacho de basura. Joan White apuntó de nuevo hacia mí, esta vez moví las fichas primero y me teletrasporté atrás para luego darle un fuerte golpe en la cabeza, lamentablemente no me salió como en las películas y sólo logre derribarlo, pero el tipo seguía consciente. Hice uso de mi velocidad aumentada y tomé su arma, apuntándole directamente a la cabeza.
-¿Qué carajo fue eso?
-Yo... no puedo permitir que ocurran las cosas que van a acontecer de acá a diez años, y vos sos uno de los detonantes. Para que no ocurra tengo que matarte mientras pueda, o sea en este tiempo.
El tipo no mentía, o al menos creía que lo que me decía era cierto... ¿en serio venía del futuro? ¿Qué podía hacer? ¿Que TENÍA que hacer? Entonces un rayo me sacó de mis pensamientos, acompañado de un trueno, el clima se estaba volviendo loco y un psicópata del futuro me quería matar por vaya uno a saber qué, aparte de que mi novia embarazada está enculada conmigo y ¿me olvido de algo? Ah, sí: una mina me dijo que tenía que irme hasta Londres porque iba a ser destruida en unos días...

Obligué al tipo a meterse en la casa y lo até a una silla. A lo que le siguió una serie de gritos por parte de Nadia. Como pude intenté explicarle todo lo que estaba pasando...
-¿Y por qué vos tenés que ser el que vaya a Londres, por que no puede ir otro?
-No sé. No tengo idea de que es lo que está pasando.
-Y ¿Qué se supone que vas a hacer con él?
-¡¡No sé!! Es todo cada vez más raro. ¿Qué se supone q debería hacer?
-Sacalo de la casa. Y quedate acá, no vayas a Londres.
-Perdón, no puedo hacer eso.
-Ella también debe morir, antes de que nazcan las abominaciones...
-¡¡¡Vos te callás!!!
El hombre desapareció de la silla.
-Mirá -Estaba atrás mío-. Yo me abstube de irme, no puedo volver a viajar en el tiempo, pero todavía puedo moverme libremente en el espacio con la misma habilidad, algo falla y me quedo en el mismo momento, pero si quisiera me podría ir lejos. Les voy a contar mi historia, por favor escúchenla. Y cuando termine me van a decir qué es lo que te parece que deberías hacer...