Prólogo

UBA, Buenos Aires, martes 11 de Junio del 2013.
09:32

Me restregué los ojos perezosamente. No entendía nada de lo que el profesor de Biología Celular trataba de explicarnos a mí y mis adormecidos compañeros. Por la ventana veía el blanco de una ciudad cuya niebla madrugadora no se había desvanecido todavía. A mi lado estaba mi compañera de piso, a quien conocí en el último año de secundario en Bariloche y nos habíamos hecho de una fuerte amistad. Y con quien había conseguido hacer coincidir los horarios de varias materias de la facultad.
Estábamos viviendo en un departamento en Belgrano. Ella era tan callada como yo, por eso nos llevábamos bien. Se notaba que llevaba el peso de un pasado duro, del cual nunca quería hablar. Ella era linda, tenía un largo cabello castaño, ojos miel de mirada profunda y meditabunda, y una extraña cicatriz de alguna especie de quemadura le marcaba el costado izquierdo del rostro.
Mientras la miraba distraídamente, acaricié mi propia cicatriz, en la garganta. Las "marcas de guerra" son otra cosa que compartimos, aunque ninguna le dijo a la otra como nos la habíamos hecho. Llevaba tres años tratando de tapar esa herida, además de todas las heridas psicológicas que me habían quedado.
El extraño profesor seguía hablando, pero de alguna forma estaba desconcentrado. Claramente nadie prestaba atención a esa clase.
Saqué mi celular y abrí los mensajes privados de Facebook para encontrarme un mensaje de Daniel.
"¿Soy yo, chicas, o se están durmiendo?"
Miré por la ventana y lo vi sentado en un banco en la placita de enfrente. Le di un codazo a mi amiga para que mirara.
Ella se sonrojó. Hacía rato que pasaba algo entre esos dos.
Daniel también vino de Bariloche como nosotras, y fui yo quien los presentó. Entonces la personalidad tranquila de Daniel se convirtió en una euforia de alegría que trata siempre de impresionarnos. Bah, más que nada a ella.
Me hice hacia atrás dejándolos hacerse caras a través del vidrio.
-Señoritas Aataca, Coppola, ¿Pueden repetirme la última frase? -Se escuchó fuerte desde el frente de la clase.
-Este... -Vaciló Mía.
-¿Que tuviéramos un buen fin de semana? -Aventuré yo.
-¿Te parece que eso es algo que diría el segundo día de la semana? -Preguntó irónico el profesor. La clase estalló en risas mientras Mía y yo nos hundíamos en nuestros asientos. -Les decía que tienen examen final en tres semanas. Tienen los puntos más importantes a estudiar en la pizarra si los desean copiar antes de irse con su amiguito rastafari de allá afuera...

Tilcara, Jujuy, Martes 11 de Junio de 2013
18:50 hs.

Era ya entrada la tarde cuando un grupo de turistas que visitaba mi pequeño pueblo comenzó a atacarme con piedras, debido al miedo que sentían por mí, a causa de mi habilidad. Mientras huía de sus proyectiles, evadiéndolos entre cuadra y cuadra de las calles, pensaba en lo mucho que deseaba poder convertirme en un animal veloz, o uno pequeño que pase desapercibido a la vista, para poder escapar.

Hola, mi nombre es Quiñal Jerquon, tengo 20 años, y tengo la habilidad de convertirme en cualquier persona que desee desde que tengo 11 años. Cuando lo hice por primera vez, tomé la forma física de mi desaparecido padre, quien se fue cuando yo tenía tan solo 6 años, y mi madre nunca me dijo por qué fue. En el momento en que tomé su apariencia física, mi madre deambulaba por la misma habitación donde me encontraba, y al ver el cambio, gritó y soltó la copa que tenía en la mano. Al ver lo que su hijo era capaz de hacer, me ordenó jamás cambiar a otra persona en la vía pública, ni tomar la apariencia física de alguien conocido -vivimos en un pueblo de 5.000 habitantes, nos conocemos entre todos-, ya que al no tener los hábitos de esa persona, la gente me reconocería, y no sabría como iban a reaccionar.

No les voy a mentir, desobedecí a mi madre. Pero a pesar del temor que sentí cuando lo hice por primera vez, frente a los ojos de cierta gente del pueblo, no reaccionaron temerariamente y me atacaron, sino que vitorearon, me felicitaron, y, con el tiempo, hasta empezaron a rendirme cierto tributo. No era algo que yo esperaba, ni tampoco deseaba tanta "fama", si se puede decir, pero así resultó ser.

El sol estaba por unos centímetros arriba de las montañas cuando por fin los turistas abandonaron su misión de apedrearme. Llegué a mi hogar, saludé a mi madre y mis hermanos menores, jugué con ellos mientras mi madre preparaba la cena, cenamos, y luego todos dormimos, como si hubiese sido un día como cualquier otro. Pero ellos no sabían lo que había sucedido ese día, ni la decisión que tomé para mi futuro...

Leyendas. Las leyendas poseen una verdad coloreada por las lenguas y el tiempo, ¿alguna vez han vivido para ver el nacimiento o el origen de una leyenda?, la sucesión de hechos que resultan extraordinarios, o simplemente algo trascendentales para la historia del mundo. Tanta verdad poseen como hojas puede poseer un árbol, mientras la historia es contada por el otoño la mentira domina el relato, solo la primavera permite vislumbrar dejos de realidad. Las leyendas del pueblo Chrapalche no poseen tiempo, no fueron hechos ocurridos antes ni después, pueden estar ocurriendo ahora como pueden no hacerlo, solo la primavera permite reconocer una porción de lo que llamamos momento. Esta leyenda por consiguiente no es real ni es falsa, simplemente es.
Cuentan los Ancianos de la tribu que hubo un momento en donde los Brujos Calcus vagaban libremente por la tierra. Para la historia humana este momento podría ser llamado pasado, pero el tiempo de los Calcus no respeta nuestros calendarios ni nuestros relojes,  Los increíbles Brujos fueron los primeros en dominar al tiempo, lo ataron de pies y manos y lo obligaron a apurarse y demorar mediante juegos de tortura, Los poderosos Brujos llevaron al tiempo a través de todo el mundo, utilizándolo para dominar los distintos momentos de la tierra, y los distintos momentos de sus seres, dicen, las historias, dicen los que escuchan, que el tiempo fue creando dentro suyo un rencor que generaría grandes consecuencias. La arrogancia de los Brujos fue causa, fue acción, que llevaría tarde o temprano, temprano o tarde, a desencadenar la ira del tiempo, la reacción del rencor procreado en el vientre del pasado, del presente y del futuro. Los brujos pensaban que su poder sería suficiente para doblegar por completo al tiempo, para dominarlo y controlarlo de manera tal que su momento fuera ilimitado, el momento de los Calcus para siempre y para nunca, tiempo elegido, tiempo que no cumpliría con lo prometido al destino ni al azar. Esto pensaron los Brujos.

Pero durante una fracción, un pequeño, minúsculo y ligero momento, El Calcu que debía vigilar al tiempo esa noche, soñó. Ese sueño estuvo librado por completo de pasado, presente o futuro, ya que solo nuestros sueños son territorio prohibido para el tiempo, y el mismo no tiene dominio sobre esa dimension. Esta minúscula fracción de si mismo usó el tiempo para matar al Brujo, lo hizo envejecer y rejuvenecer, lo hizo niño y anciano en el mismo instante, lo llevo a través de todos los sufrimientos vividos, en un parpadeo humano. Ambos libraron una gran batalla, pero el tiempo no se agota, mientras que el brujo, atado por las redes de su adversario luchaba, el tiempo mismo lo consumía, el Gran Calcu terminó cediendo. Luego de la tortura el tiempo se aburrió, decidió abrir una rajadura entre ambos territorios, quito al Brujo para siempre de sus dominios, lo hizo perder en una dimensión donde el tiempo no tenía acceso, donde él había nacido y más tarde había sido desterrado a vagar continuando por el mundo de los hombres y del cielo para siempre y para nunca. Dice la leyenda, dicen los que escuchan y luego cuentan, que el Brujo antes de partir dividió su alma, dicen, que dejo su espíritu, su poder, dividido en la tierra por medio de una maldición en contra del tiempo, dicen que esta maldición fue recibida por los testigos de esa batalla, una serpiente, un águila, un rio, el cielo, un ciprés y un hombre que dormitaba sobre una de sus ramas. Este hombre fue testigo de la victoria del tiempo, del brujo desterrado y  del odio creado entre ambos. Dentro del hombre reinaba la virtud de la Ignorancia por sobre sus hermanas, pero a pesar de que la razón y el instinto quisieron advertirle, la ignorancia absorbió la mayor parte de la maldición del brujo y modificó al hombre para siempre, dicen algunos, dicen pocos, que el hombre siguió durmiendo a pesar del tiempo que caminaba a su lado, dicen, que el tiempo no quiso despertarlo por temor a lo que el brujo pudiera haber dejado en el interior de ese cuerpo, dicen que el hombre no despertó durante un largo y pacifico tiempo, pero hasta el tiempo mismo olvida, dicen, que es una de sus cualidades más hábiles. Así fue como el tiempo olvidó lo ocurrido con el Calcu y olvidó al hombre que dormitaba en esa rama y poseía una parte del brujo, dicen algunos, dicen muchos, que luego y antes, el hombre logró despertar. El cielo se ahogo ante el paso de una serpiente con alas, mientras que el rio comenzaba a llover, el águila se arrastró dentro de su cueva a la espera, siempre a la espera, de que el tiempo le trajera su nueva presa…

Día desconocido, hora desconocida. Lugar desconocido. Un pabellón...

Mis manos mezclaban.
La fría mesa me entumecía los codos, aún así no podía dejar de barajar mi mazo. Era lo único que me alejaba del ruido de la sala. Era lo único que callaba las voces de los que, como yo, habían sido privados de su libertad por ideales llanos. Y además era lo único que los médicos me dejaban tener como objeto propio.
A través de la ventana veía aparecer el sol entre de las nubes y la poca niebla que iba quedando de aquella mañana.
Julieta me miraba fijamente, como solía hacer a veces cuando no tenía nada que decir.
Mis manos mezclaban.
Sentí a mis espaldas los pasos de unos médicos apresurándose hacia el pasillo donde Cleopatra estaba teniendo otro de sus ataques de histeria. Junto a sus gritos se escuchaba la anciana voz de Canarita, rememorando un viejo tango sobre abandonados amantes. Claudio, el excombatiente, estaba mirando a través del vidrio como yo, pero imaginaba que su mente debía estar en algún lugar más frío, teniendo batallas consigo mismo.
Mis manos mezclaban.
Me llamaban Juan, por Juan Salvo, ya que por lo que me contaron, cuando me llevaron allí, me quedé sentado frente a un anciano llamado Óscar hablándole sobre el futuro y el pasado.
Por supuesto que él no era Oesterheld. De hecho me contó un día que durante la dictadura ni siquiera había estado en Argentina, sino que unos hombres de corta estatura lo habían llevado a pasar un tiempo a su planeta.
Mis manos mezclaban.
Una mano se apoyó en mi hombro. El doctor Burgos sonreía.
-Juan -Dijo mientras me daba vuelta-, buenas noticias. Tengo en mi despacho a alguien que necesita hablar con vos.
Nadie había querido hablar conmigo por nada. Nunca recibí ninguna visita, ni sabía de algún número donde pudiera llamar para hablar con amigos o familiares que ni sabía si existían. Eran de verdad buenas noticias.
Mis manos mezclaban más ágilmente.
-Juan no quiere hablar con nadie. -Increpó prontamente Julieta.
-No se preocupe doctor -Dije sin animo de discutir a la joven-, en seguida voy.
Mientras el doctor se alejaba Julieta me tomó de las manos.
-Prometeme que si te sacan de acá no me vas a abandonar.
-No te preocupes, July. Siempre puedo volver a visitarte. -Le sonreí mientras me paraba y encuadraba las cartas y las guardaba en su estuche para dejar descansar en mi bolsillo.
Me encaminé por el pasillo hasta la oficina del doctor quien desde la puerta me hizo una seña para que entre y la cerró quedándose afuera.
Un hombre miraba por la ventana. En aquel momento deseé que July hubiera entrado conmigo. El hombre se fue dando vuelta mientras abría la boca en un gesto que claramente quería decir que no sabía como presentarse.
-Ángel, un gusto conocerte -Buena presentación. Escuchar el que debía ser claramente mi nombre me dejó unos segundos en estado de shock-. Soy detective privado -Continuó, esta vez ya sin vacilaciones, mientras mis dedos se empezaron a agitar sobre una baraja invisible-, y necesito cierto empujón en mi investigación. Llegado al punto que llegué necesito de gran ayuda, una ayuda que sólo vos podrías proporcionarme...

El sol alumbraba el mediodía rebotando en los altos edificios que colmaban la ciudad. La verdad era que detestaba la gran ciudad, y no era la única.
-No entiendo la gran necesidad porteña de tocar bocina. -Comentó Daniel.
-Considero que ellos creen que así descargan su prisa contra el oído del que lo traba. -Alegó Mía.
-Sí, pero el que los traba adelante tiene a alguien más trabándolo, y es un incesante círculo vicioso que termina causando más stress en el conductor del que había antes de que el primer bocinero toque su bocina. -Discutió él.
Ninguno de los tres podíamos acostumbrarnos al furor de la urbanización. Mientras paseábamos sin ningún rumbo fijo sonó el celular de Mía.
-Es un mensaje de mi mamá, me tengo que ir -La verdad es que conocía muy poco a la madre de mi compañera, tan sólo que venía a la ciudad cada par de semanas y se volvía a ir. Nunca pasaba por el departamento, ni sabía qué venía a hacer-. Perdón chicos, pero es una urgencia.
-Pero, ¿está todo bien? -Pregunté preocupada.
-Nada de lo que tengan que preocuparse. -Dijo ella sonriendo. Pero con una sonrisa que no estaba segura de creer.
Tras despedirse la vimos correr hacia un taxi que se acercaba por la calle cortante a la nuestra. Tras la ventanilla pudimos ver como su cara cambiaba drásticamente y denotaba toda la preocupación que tenía encima y nos había escondido. ¿Acaso ella nos estaba mintiendo?
Entramos con Daniel en una cafetería y él pedía unos tostados mientras yo nos iba reservando una mesa cerca de la ventana donde poder estudiar.
-¿Estás sola linda? -Preguntó un hombre joven que pasó caminando a mi lado y se sentó en la silla frente a mí.
Sinceramente me ponen muy nerviosa los hombres que hacen eso. Nunca me dejaba engatusar por sus parloteos y no iba a ser ésta la excepción, sólo esperaba que Daniel volviera pronto.
-La verdad es que no, esa silla está ocupada. -Dije en voz alta de modo que no quedara lugar a dudas para los que estaban sentados cerca que estaba en una situación que no me gustaba.
-Te referís a tu amiguito, no creo que venga.
Giré mi cabeza buscando a Daniel, pero no estaba por ningún lado. Cuando volví a mirar, ahora sí me quedé verdaderamente asustada, al hombre. Mostraba en el interior de su campera un arma de fuego.
-Mirá princesa, sin hacer escándalo, lo mejor va a ser que vengas conmigo.
No, no podía pasarme esto a mí. Estaba temblando de furia a punto de gritar cuando sentí en mi nuca otra voz.
-Chiquita -Era una voz amarga y aspera, pero no le importó que la gente lo viera, estos tipos se jugaban a todo o nada, ¿Qué carajo pasaba?-. Vas a salir con nosotros calladita y te vas a subir a la furgoneta sin chistar o te atravieso tu pequeño torso con cada una de las balas de mi cartucho...

-Así la conto el abuelo, creo que no me olvido de nada..
-mmm, no sé, creería que no, el abuelo deliraba bastante con sus historias.
-sí, aun así me parece que deberíamos seguir buscando..
Mi nombre es Miguel Aukaman, tengo 20 años, vivo en el pueblo de Baigorria, Santa Fé hace 2 años más o menos. Actualmente estoy estudiando en la Universidad de Rosario y trabajando en un taller mecánico. Hace no más de 6 meses que me sucede esto. Al principio creí que simplemente era cansancio, o alguna clase de estrés por el estudio, pero al ver que no cesaba comencé a investigar sobre lo que me sucedía. Fue en Enero, me parece, que comencé a tener esta clase de sueños, sueños donde poseía el control de lo que hacía, pero todo resultaba muy confuso, era muy real. Si bien al principio me despertaba sin recordar la mayoría de los sueños, con el tiempo comencé a recordarlos como si los hubiese vivido, cada sensación, imagen, sentimiento, todo era parte de mi memoria, pero de forma real, como si  hubiese estado allí. Fue por esto que empecé a dudar acerca del origen de estos sueños, y de su significado. 
Una noche ocurrió algo increíble, fue hace aproximadamente 3 meses, soñé con mi pueblo natal, “El Bolsón”. Estaba allí parado frente a mi casa, me acerque a la ventana y vi a mi madre llorando, intente tocar la puerta pero mi mano atravesó la madera como si fuese un holograma. Entré y me dirigí al living donde se encontraba mi mama sentada en el sillón llorando desconsoladamente, al cabo de unos instantes entendí lo que sucedía, a sus pies se encontraba Marxi, mi perro, tendido en el suelo , sin vida. Me derrumbe en el suelo sin poder creer lo que sucedía, el había sido mi compañero durante 12 largos años de mi infancia, no podía ser, eso debía ser un sueño. De repente sentí que todo comenzaba a girar..
-Noo, Marxi, por favor!!… - grite rompiéndome en sollozos.
Desperté sobre mi cama de mi actual ciudad, al lado mío estaba Santiago mi hermano gritándome
-Otra vez Miguel?! La puta madre, no puede ser que todas las noches sea lo mismo, tenés que hacerte ver..
-Fue horrible, estaba en casa con Mama, Marxi yacía en el suelo sin vida, no sé qué me pasa..
-Solo fue un sueño, mañana vamos a ir al Médic…
De repente sonó mi celular, era la canción de “Mujer amante” de Rata blanca, rápidamente busque en el escritorio, tome el aparato para ver el origen de la llamada, y mi cuerpo se paralizó..
-Es mamá… - Dije casi en un susurro.
Atendí, y el alma se me cayó a los pies al escuchar lo que mi mente ya esperaba
-Migue, es Marxi, acaba de fallecer, el Veterinario dijo que estaba mejorando, parece ser que el veneno que ingirió era muy fuerte…
-No..no puedo creerlo Má, vos estas bien?
-Si, voy a esperar a mañana para despertar a los chicos y decirles, por favor avisale a Santi, un beso hijo, lamento despertarte con estas noticias, trata de dormir porfavor..
-Chau Má..
Al lado mio Santi estaba sentado intentando asimilar lo que había oído de la conversación por celular. 
-Vos?...
-Si..
Eso había pasado hacia ya un tiempo, desde entonces mis sueños fueron cada vez más claros y reales, ocurrió varias veces cosas similares, entendía lo que sucedía solo cuando en mis “visiones” (así comenzamos a llamarlas con Santi) aparecía algo que yo podía reconocer, entonces veía y escuchaba con atención, y más tarde hacia lo posible por averiguar si había sido real, siempre obtenía el mismo resultado, todas las situaciones que había visto habían ocurrido en la realidad.
Luego de terminar la historia que nos había contado mi abuelo, me fui a acostar, Santi se quedó jugando a la computadora, ese juego de personajes con poderes League of Leyends o algo así.
Me acosté y al cabo de unos minutos logre dormirme. 

Mis manos mezclaban.

Tilcara, Jujuy, Miércoles 19 de Junio de 2013

"He decidido abandonarlos porque temo el día en que este pueblo se vuelva contra mí y mi familia por miedo a lo que puedo hacer." Así empezaba la carta que empecé a escribir hace una semana. La carta que iba a explicarle a mi familia el por qué decidí abandonar este pueblo, pero siendo sinceros, no se me ocurre que más escribir. Le doy vueltas y vueltas al tema, pero no se me ocurre.
Pero hoy, habiéndome levantado con ganas de tener el pelo rubio, y los ojos negro azabache, supe qué es lo que iba a decir el resto de la carta.
-Pertla, vos sos el hermano que me sigue en edad. Tenés 17 años. ¿Si yo me llegara a ir un día, cuidarás de la familia en mi lugar? - Le digo a mi hermano, el mayor, después de mí, de 4 hermanos.
-Obvio que sí Quiñal, pero, ¿por qué me decís esto? No estarás pensando en irte como lo hizo papá, ¿o sí?
-Sos al único al que le voy a contar esto. Por favor, no le digas a nadie de la familia, mamá va a querer saber por qué me fui, es por eso que escribo una carta de despedida para la familia, pero el verdadero motivo te lo voy a decir a vos.
 Tuve un sueño el otro día, ese día en que me atacaron los turistas, sobre mi futuro. Y sé lo que tengo que hacer. Tengo que irme del pueblo.
-Pero, ¡¿a dónde vas a ir?! ¡¿Con qué plata?!
-Voy a recorrer el país, y el mundo. He sabido de gente tiene mi misma habilidad en otras partes del continente. Tengo que buscarlos. Necesito que me digan por qué puedo hacer lo que hago. Quiero aprender a controlar mi habilidad. ¡Mirá! ¡¡¡Hoy me levanté rubio!!! ¡¿Cuándo dije yo que me gustara el pelo rubio?!
-No apruebo esto Quiñal, y sé que mamá tampoco lo va a hacer, pero sos mi hermano, y te amo. Así que haz lo que tengas que hacer. Espero que vuelvas uno de estos días, tu familia te va a estar espera--
-No sé si vaya a volver. Siento que mi habilidad tiene que ser usada para mantener a las personas a salvo. Si se llega a dar el día en que vuelva, volveré, pero no te prometo nada.
Pertla lloraba, y como para no hacerlo. El hermano con quien se crió se iba, y no sabía si volvería algún día.
-Tomá, dale a mamá esta carta cuando yo me vaya, que va a ser mañana, una hora antes del alba, para que no me salir nadie del pueblo. No vas a poder comunicarte conmigo. Te quiero mucho, hermano mío. Cuidalos a todos, confío en vos.

El resto del día transcurrió normalmente. Toda la familia criticó mi pelo rubio, pero no les dije nada. A Pertla se lo notó triste, apagado y frío, pero no dijo nada.




Cuando salió el sol al día siguiente, ya estaba a más de un kilómetro de distancia del pueblo. Me fui con Flecha, mi caballo bayo de 3 años.




Mamá leyó la carta en voz alta ese mismo día, cuando Pertla se la entregó, mientras todos desayunaban:
"He decidido abandonarlos porque temo el día en que este pueblo se vuelva contra mí y mi familia por temor a lo que puedo hacer. Me llevo a Flecha. Llevo tiempo meditando esta decisión, y nada de lo que dijeran podría haberme hecho cambiar. Tampoco quise contarles de lo que iba a hacer, porque sino no hubiese podido despedirme de ustedes e irme jamás. No van a poder encontrarme tampoco. Quizá un día vuelva, pero eso no será ni mañana, ni pasado, ni el mes que viene, pero algún día volveré.
Sepan que los amo con todo mi corazón, a todos. Y que hago esto porque creo que es lo mejor para la seguridad de la familia. Niñas, Suyay y Ñawi, mis hermanitas del alma, pórtense bien, no hagan renegar a mamá, cuídense mutuamente, crezcan bien, y ojo con los hombres. Pertla, hermano, tu ya sabes todo lo que tienes que saber. Mamá, te amo con el alma, espero sepas perdonarme por la decisión que tomé. Te agradezco por todo lo que hiciste por mí, y quiero que sepas que jamás te olvidaré, ni olvidaré todo lo que sacrificaste por todos nosotros.
Todo lo que dejé en casa es de ustedes, hagan lo que quieran. Pero no lo conserven esperando que vuelva pronto. Véndanlo, dónenlo, hagan lo que quieran.

Los amo y jamás los olvidaré.
Quiñal "

Buenos Aires, Martes 11 de junio de 2013
13:45

Estaban haciéndome entrar en una furgoneta negra ante la mirada de todo el mundo cuando un cuchillo de cocina se clavó en el brazo del más viejo de los dos. Los tres nos dimos vuelta sorprendidos para ver a Dani, con un gran moretón en la frente, armado con varios cuchillos, saliendo por la puerta del local. Parecía que los hombres habían querido dejarlo fuera de juego, pero no les había salido del todo bien.
Yo aproveché para fugarme entre la gente que trataba de apartarse contra la pared de los negocios al ver a los dos hombres armados. Para saltar sobre una baranda y esconderme en una escalera que bajaba a una galería subterránea.
Entre los gritos se escuchó un disparo. Tuve miedo por Daniel por un momento, hasta que lo vi correr por la calle esquivando autos con los hombres armados detrás de él y cinco oficiales de la policía metropolitana cerrando la caravana.
En mi cabeza no dejaba de preguntarme las identidades y motivaciones de estos tipos. Me moría de angustia y desesperación. Apoyada en la pared de la oscura galería y dejándome deslizar hasta quedar de cuclillas, rompí a llorar, y no presté atención hasta luego de un largo rato que me había llegado un mensaje al celular...

Día desconocido, Hora desconocida, Algún lugar del Amazonas...


Corro…simplemente corro...No! estoy trepando, ahora trepo...
Miro el cielo azul, desde arriba de un árbol, caigo…no, no caigo, estoy volando..
Vuelo al ras del suelo…no, no vuelo…me arrastro...
Huelo humedad...Un pantano...Me sumerjo en un río...Ahora nado…
Hambre?... no, es sed…estoy cansado…debo encontrarla…

Hace ya 6 meses desde que llegue aquí, mi casa. Arme mi “nido” alrededor de 4 árboles lupuna, todavía no recuerdo bien como llegue a este sitio, pero resulta muy cómodo y acogedor. Toda mi vida, mis recuerdos, me resultan tan lejanos…tan lejanos…
El chico que una vez fui, existía...o existe enterrado en la memoria de esta criatura…
Sigo siendo humano, una persona, pero encuentro mi historia tan antigua, como si hubiese sido otra vida, otro ser el que vivió esos momentos…
En estos momentos me encuentro dividido, mi cuerpo está sentado entre las cuatro lupunas, sobre un montón de hojas, parece dormido pero aun así me encuentro sintiendo el viento cálido de la selva sobre mi rostro. Mi mente se encuentra vagando por la selva, pasando de criatura en criatura, un segundo soy una serpiente y al otro una flor, me voy posando sobre todos los seres vivos dentro del bosque…
Este último trance esta durando mas de lo normal, comenzó hace ya 6 días, mi cuerpo debe alimentarse, estoy haciendo lo posible, pero no siento hambre ni sed…

Respiro profundo, enfoco mi mente, me concentro en el cuerpo de una sola criatura, yo. 
Siento como mi mente entra rápidamente y se adapta naturalmente, es su hogar, siento como mi cerebro vuelve a mandar las ordenes a mis extremidades, apreto los puños, poco a poco comienzo a abrir los parpados, mis ojos se encuentran con el paisaje….................He vuelto.

Buenos Aires, Martes 11 de junio de 2013
15:30

Llegué corriendo al hospital.
Odio los hospitales. Tuve que esquivar dos camilleros que trasladaban a una anciana paciente, una mujer con dos niños de unos cuatro años que parecían incontrolables y un doctor distraído que iba hojeando unos archivos de enfermos. Llegué hasta el piso dónde me había indicado y lo vi.
Daniel, con unas cuantas vendas en la cabeza, para tapar la contusión supuse; y todo un brazo vendado y enyesado de alguna herida que no había llegado a presenciar.
-Los terminó agarrando la policía. -Me comentó con una media sonrisa.
-Dani -Empecé a decir-. Ellos vinieron a buscarme a mí, no tenías por qué recibir todo esto por mí. -No podía evitar que las lágrimas de culpa salieran de mis ojos, y él lo notó en seguida.
-Luján. No creo que hayan ido particularmente a buscarte a vos, creo que sólo tuviste mala suerte. Además sabés que siempre estoy para vos, como los mosqueteros. Todos para uno, y uno para todos. -Me contestó sacándome una risita nerviosa.
Estaba yendo a sentarme a su lado cuando una mujer pasó corriendo y al chocarme casi me vuelca uno de los dos café que traía, encima. Su cara me sonaba de algún sitio.
-Perdón, no me fijé por donde iba. -Empezó a disculparse cuando resonó desde una puerta una voz:
-¿Mamá? ¿Venís mamá?
¿Mía? Sonaba como ella. Daniel también se dio cuenta por lo que se levantó sorprendido. Cuando la mujer terminó pedir disculpas y caminó hacia la habitación de la que había venido la voz, nosotros empezamos a caminar detrás de ella a paso disimulado. Antes de que cerrara la puerta la alcanzamos a ver. Mía estaba sentada en una silla. Tenía los ojos hinchados y colorados, y sujetaba la mano de un hombre de unos veinticinco años. Tenía el cabello oscuro y barba larga y permanecía incosciente. Una profunda herida circular y de poco diámetro se marcaba en su frente. Me quedé mirando la blanca puerta. No me iba a mover de ahí, parecía como si todo el misterio de Mía se respondiera tras esa puerta. ¿Quién era ese hombre? El padre no podía ser, era muy joven. ¿Un novio? ¿Un hermano quizás? Eso explicaría el por qué de los viajes de su madre, pero hacía mucho que ella viajaba...
¿Hacía cuánto que ese chico estaba en aquella cama?