Agosto de 2013 - Buenos Aires, Argentina
Una figura apareció entre las sombras de una esquina del Hospital Alemán. Estaba cubierto por un sobretodo de color azul oscuro, y no se movió durante varios minutos, mientras analizaba el escenario. No parecía que alguien pudiera salir de la nada para matarlo, por lo que podía salir de su escondite. Sus cuatro cicatrices, ya de un color blanco lechoso después de tanto tiempo, lo precedían allá a donde fuese, por lo que iba a ser necesario cubrirlas. Pasó junto a un banco donde estaba dormitando un hombre y le robó la gorra negra con el logo de AC/DC que llevaba puesta. Se la puso sobre la cabeza, ocultando su mirada, y siguió su camino, intentando pasar desapercibido. Aún no podía creer lo que su fuente le había dicho, no le entraba en la cabeza que la persona más poderosa del planeta estuviese allí. ¿Qué podría haber sucedido en estos años para que pasara algo así?
Martin MaConn subió escaleras, atravesó pasillos, le perdió la pista a un guardia, y finalmente llegó a la Habitación 112. Abrió la puerta con cuidado y, al ver que no había nadie dentro, entró con soltura y cerró detrás de él. Así que allí estaba, acostado sobre la cama. Adrián Aataca podría haber pasado por un hombre dormido si los partes médicos junto a él no diagnosticaran su estado de coma. Su mejor chance de acabar con Desconocido, o quienquiera que tomase su lugar, le era tan útil como una hormiga recién nacida. Si no podía contar con la navaja suiza de los Evolucionados, iba a ser mejor reunir al resto de las herramientas. No iba a encontrarlos en aquel sitio, eso seguro, pero necesitaba ver con sus propios ojos que Aataca estaba fuera del juego.
¿Quiénes seguían? ¿Collins? ¿Rogers? ¿Su propio amigo, Asteria? ¿Qué había ocurrido con el misterioso Sean Black? Bueno, era hora de poner las fichas en acción. Sin pensarlo más tiempo, Martin desapareció.