Niño, niño, ¿me atiende?Sacudí mi cabeza, bostecé y miré a la “clienta”: Una mujer vieja, con la cara llena de arrugas, el pelo blanco y una mueca de desprecio entre todas las arrugas.
Claro señora – respondí amablemente con una sonrisa en la cara.
Pasé por el lector lo que llevaba. ¡Una tableta de chocolate! ¿¡Y para eso tanto rollo!? Además, con esa dentadura dudo mucho que la pueda comer…
Es un euro señora
Espera un momento niño – dijo mientras buscaba en el monedero el dinero, hasta que encontró dos monedas de cincuenta céntimos y las puso una tras otra – Una y dos
Le entregué la compra y se marchó. En esos momentos apareció Ana. Su precioso pelo negro caía sobre sus enormes senos. Vestía el apretado y provocativo uniforme, que le mandaba el jefe (seguramente para que los clientes masculinos, y algunos femeninos, se descontrolasen y comprasen más) Recorrí con mi vista todo su cuerpo. Ella fijó sus ojos marrones claros en mí y dijo:
Hola AdryHo-ho-hola Ana – respondí tartamudeando.
Ella sonrió y se colocó en su puesto. Pasó un tiempo y no venía nadie, así que empezamos una conversación. Ella me contó que lo había dejado con su novio (cuarta vez que lo dejaba con un novio en el mes)
Esta es tu oportunidad – pensé.
Le pregunté que qué tal estaba y estaba y esas cosas y descubrí que estaba perfectamente. En ese momento entró un hombre con la capucha echada. Algunas partes de su pelo le salían de la capucha, al igual que la barba. Se acercó a Ana y dijo:
Hola guapa Al mismo tiempo que decía esto sacó una navaja y se la puso en el cuello. Luego me dijo:
Dame todo el dinero que halla en la cajaLo saqué y lo coloqué sobre la mesa: Unos míseros veinte euros. Él se enfadó y se me acercó.
¿¡Me estas vacilando!?No, es lo único que hay.Saca todo lo que tengas – insistió mientras ponía su mano en mi cuello.
Empezó a apretar, me hacía daño y me faltaba la respiración. En ese momento una pequeña púa salió de mi cuello. Él no vio lo que era, pero yo si. Rápidamente apartó la mano, que le empezaba a sangrar.
¿Pero que coño? Los dos nos hacíamos la misma pregunta. En ese momento en su cara apareció una expresión de dolor y se encorvó hacia delante. Me fijé en lo que pasaba. La pierna de Ana se había lanzado contra sus “partes nobles” ¿Mencioné que Ana había estudiado karate y defensa personal? Ella me sonrió y me guiñó un ojo. A los treinta minutos se encontraba la policía en el lugar y hasta saldría en la tele por la noche y en los periódicos mañana. Pero eso a mi no me importaba. Todo el tiempo me hacía la misma pregunta: ¿Qué había pasado?