Buscando al saqueador

off: viene de El Cairo

Llegamos a Marruecos muy entrada la noche del día siguiente, al viejo jeep se habían pinchado dos neumáticos y era realmente lento. Estábamos muy cansados y decidimos pasar la noche con un joven que habíamos conocido en el viaje, llamado Nater, en la casa de sus tíos.

La casa era antigua, pero grande y lujosa. Los tíos eran ya ancianos, el hombre era ciego y la mujer casi no oía. Me parecieron buena gente. Nos dejaron dormir a Martín y a mí en la habitación de huespedes. Agradecimos y prometimos irnos al dís siguiente, a pesar de que nos invitaron a quedarnos por más tiempo.


Despertamos bien temprano al otro día, el sol recién había salido. Agarramos nuestro poco equipaje y nos largamos de la casa, dejando una nota de agradecimiento y veinte euros en la mesa.
Salimos a la calle y empezamos a caminar hacia los suburbios.

-El saqueador, hace años, era un gran arqueólogo, muy famoso. Yo lo conocía personalmente, y era una buena persona. Pero, de repente, por motivos que desconozco, comenzó a corromperse y a vender las cosas que encontraba a traficantes. Después empezó a robar museos y formó un grupo de traficantes de antiguedades. Mi esposa y yo primero tratamos de hacerlo volver al camino correcto, pero fue imposible. Enonces empezamos a perseguirlo para detenerlo. Pero ni nosotros ni la policía pudo. Se juntó con ex militares y reclutaron un pequeño ejército, y hace poco empezaron a buscar gente especial. Como nosotros.-la conversación había empezado así, de improviso. Martín parecía muy triste al recordar a su difunta esposa.
-Lo que no entiendo es para qué nos tendió la trampa del templo Z a Marcos y a mí. ¿Para qué nos necesitaban?-Apenas terminé de decirlo, me arrepentí de hacerle recordar a su hijo y al momento de su muerte. Una lágrima silenciosa recorrió su mejilla.
-Eso te lo voy a contar después.

No entendía por qué Martín no quería contarme más del saqueador. Tal vez podía ser porque no quería recordar esos momentos, o tal vez sólo estaba cansado. El notó mi cara de sorpresa y me habló.

-Es una historia larga, después te prometo que te la contaré. Llevamos caminando casi una hora. ¿Por qué no descansamon un poco en aquella plaza?

Fuimos hacia ahí y nos sentamos en un banco de madera. Dejamos el escaso equipaje en el suelo.

-Leé algo de tu libro, puede ser muy útil. lo abrí en la sección en inglés. Comencé a leer, sin hablar.

Escrito por Sir Henry W. Thompson, lord de Inglaterra. 1741 - 1814

Primera lección: Concentración al momento del despegue.
Para despegar, hay que tratar de bajar las pulsaciones y relajar el cuerpo. Poner la mente en blanco y...

Esa parte ya la conocía bien. Hojeé un poco las páginas siguientes, hasta que encontré una interesante.

Sexta lección: Lucha básica aérea, parte 1
Si se encuentra con otro humano con la capacidad de volar en condiciones de pelea, siempre se debe recdordar: -Posicionarse todo el tiempo alrededor de medio metro más arriba que el contrincante.
-Tratar de tener el viento a favor.
-Si se está en malas condicíones de lucha, escapar a lugares conocidos y efectuar maniobras evasivas, para perder al contrincante o cansarlo.

Y seguía, pero algo me interrumpió.

-¡Corré, Necul! ¡Ese nos robó las cosas! ¡Hay que alcanzarlo! - Martín corría hacia la calle, señalando a un negro de unos veinte años que escapaba con las cosas. En ese momento me dí cuenta de que a mi amigo le faltaban dos dedos (el anular y el medio) de la mano izquierda. Comensé a correr detrás del chorro.

Ya habíamos avanzado una cuadra, Martín ya había quedado atrás, no estaba en buena forma. De repente, el ladrón desapareció. Miré a todos lados. Estaba en un callejón sombrío, con tres puertas viejas. Había escuchado un ruido de gozones chirriando.
¿Por qué puerta habría escapado el negrito? Decidí entrar en la más cercana. Me encontré en una habitación oscura. El aire estaba pesado, me costaba respirar. Había un olor extraño... de repente lo reconocí. ¡Era marihuana! Avanzé unos pasos, pero choqué con algo que hizo un gran estruendo. Caí al suelo. Era tierra húmeda. Oí pasos y susurros.

-Ahag adedjo????- ma dijeron algo extraño, no entendía nada.
-No te entiendo, no hablo marroquí o como se llame tu idioma.
-¿¡Ahag adedjo!?
-<¡No te entiendo! Hablas inglés?>
-<Sí, ahora te entiende. ¿Quien eres?> El extraño hablaba mal el ingles, pero al menos nos entendíamos.
-<Me llamo Necul. Soy de Argentina.>
-<Qué estás haces aquí?>
-<busco a un ladron. ¿Sabes donde está?>

De repente se prendió una tenue luz. Atrás de mi interlocutor habían unos tres jóvenes más. Entonces reconicí con quién estaba hablando.

-¡Vos sos el ladrón! ¡Devolveme las cosas!- le grité, sin darme cuenta de que no entendía español. Igual notó el tono enojado de mi voz. Una expresión de miedo le apareció en la cara. Pero solo por un instante...

Les dijo algo a los demás y todos se abalanzaron sobre mí. Justo antes de que uno me golpeara el la cabeza, despegué y sobrevolé sus cabezas, rozando con mi espalda el techo. Golpeé al ladrón en la cara, lo que le provocó que le salga sangre de la nariz. Saltó hacia mí, tratando de bajarme, pero lo esquivé y él cayó al suelo, encima de unas botellas de diversas bebidas alcohólicas. Los fui golpeando uno a uno, hasta que todos quedaron fuera de pelea, exepto un gordito, que se alejó corriendo y gritando como loco. Aterrizé y prendí otra luz.
Recién en ese momento me dí cuenta en dónde estaba. Habían cajas de madera todo alrededor mio, con más botellas de alcohol y bolsitas de nylon. Abrí una. Estaba llena de un polvo blanco. Lo olí. Casi instantáneamente me empezé a marear. Me dieron ganas de reir.
Estaba en un escondite de una pandilla de traficantes de droga... o tal vez eran solo unos pobres diablos, drogadictos y pobretones.
Igualmente decidí llamar a la policía. Salí del lugar y fui con Martín. Él llamó a la policía, que llegó un tiempo después al lugar.
Entraron los canas en la habitación, y al ratito salieron. El que parecía ser el jefe se acercó a nosotros.

-<Nos van a tener que acompañar.> nos dijo en ingles, con voz extraña.

No sabíamos qué sucedía. ¿Por qué nos llevaban en ese patrullero, en la parte de atrás, separados del conductr por un vidrio a prueba de balas? ¿Qué habíamos hecho? Ni yo ni Martía pronunciábamos una palabra. Él había tratado un par de veces de interrogar al oficial, pero no obtubo respuestas.

Casi media hora más tarde, llegamos a la estacíon de policía. Era un edificio grande, muy antiguo, pero a diferencia de muchos otros, en buen estado. Nos abrió la puerta y bajamos. Nos guió hasta la puerta principal, y nos hizo pasar.
En ese momento, lo que me dio esperanzas fue que no nos habían esposado. Eso significaba que la cosa no era tan grave...
Seguimos por un pasillo y subimos unas amplias escaleras de marmol. El oficial no dijo que nos detuvieramos en una puerta de madera oscura. En el vidrio opacado, había una placa de bronce con una inscripción en marroquí. Lo único que entendí fue el nombre. Mohammed Abas

-<El jefe quiere hablar con ustedes> nos dijo el oficial.

Entramos. La oficina era amplia con una gran ventanal con vista a la ciudad. Al fondo, se veía el mar. (Rabat, la capital del país, donde nos encontrábamos, era una ciudad costera). En el medio de la habitación, había un gran escritorio de madera. Estaba lleno de papeles, algunos ya amarillos por el tiempo. A un costado había una vieja computadora. Destrás, sentado en una silla reclinable, había un hombre gordo y casi calvo, con barba oscura y anteojos redondos.

-<Hola, extranjeros. Soy el jefe Abas. Perdonenme si los molesté, pero quería conocerlos. Me han informado que capturaron a un grupo de traficantes. Quiero contarle que desde hace más de tres meses que estábamos buscandolos, sin resultados positivos. Lamentablemente, el jefe de la banda, que no estaba en el depósito cuando ustedes entraron, se fugó de la ciudad. Pero ya avisé a los puestos fronterizos, y controlaran que no salga del país. Les agradezco mucho su colaboracion. Y quiero darles esto, como reconocimiento.> Abrió un cajón y sacó dos medallas plateadas. Las limpió con su camisa y nos las entregó.-<Les repito, estoy muy agradecido. ¿Tienen donde dormir esta noche? De lo contrario me ocuparé personalmente de...>
-<No se preocupe.>interrumpió Martín.-< Ya reservamos una habitación en un hotel. Igualmente gracias. Espero que aparezca el jefe de la banda. Lo lamento, pero debemos irnos. Adiós.>

Nos saludamos cordialmente y salimos de la oficina. Hacía un calor insoportable allí dentro. El oficial también nos saludó, y nos entregó el equipaje que nos habían robado. Salimos del edificio y nos quedamos allí parados, en la vereda.

-Bueno, esto nos retrasó un poco... pero al menos hicimos una buena acción. Pero si sucede algo parecido alguna otra vez, mejor nos vamos antes de que llegue la cana. Ahora... ¿Dónde mier... nos dejaron estos tipos? Estoy medio perdido. Esto debe ser el centro, ese que se ve ahí lejos es el... bueno, el rascacielos ese raro. entonces.... debemos ir hacia allí.- Dijo señalando con el dedo. Empezamos a caminar en esa dirección.-Por suerte no estamos tan lejos. En mas o menos media hora llegamos a la guarida.
-Okey. Contame más sobre el saqueador. Hay algo que no entiendo, sabés de qué hablo, ¿Verdad?
-Sí, lo se. El saqueador planeo todo con mucha anticipación. Quería robar el templo de los titanes. La gente de aquí conocía una leyenda. De un templo escondido, custodiado por gigantes de piedra, con tesoros invaluables y regalos de los dioses de antaño. Todos creían que era solo eso, una vieja leyenda. Pero el saqueador averiguó más, ató algunos cabos sueltos y finalmente descubrió que todo era cierto. Pero no lo encontró, y supo que era imposible entrar. Después de casi dos años de investigaciones, descubrió que necesitaba un collar zazuliano, y sangre de un verdadero titán, o metahumano si quieres, para entrar. Y que solo los zazulianos sabían la ubicación exacta. Nos raptó a mí y a mi esposa, con su séquito de metahumanos corruptos. Nos torturó, pero de todos modos no hablamos. Mató a mi esposa, y me dijo que si le decía como encontrar el templo, y lo ayudaba a entrar la reviviría, por medio de unos de sus secuaces. Lo hice. Empezamos a caminar hacia allí, pero cuando llegamos Marcos, vos y el otro titan ya estaban. Y desde ahí ya sabes la historia.
-Sí. Pero... Seguramente él y sus secuaces habrán muerto... ¿Verdad? No pueden haber escapado... ¿O sí?
-Hay algo que no sabes. El saqueador es un titan. Muy poderoso. Tiene el don de crear portales, para transportarse de un lugar a otro instantáneamente, con objetos o hasta otrsa personas. Puede estar en cualquier lado en cualquier momento. Pero aún no lo controla del todo bien. Se cansa rápidamente. Creo que está aquí.

Seguimos caminando en silencio por un tiempo. Miré el reloj. Ya habían pasado treinta y siete minutos. Estábamos ya en las afueras de la ciudad, las calles ya no eran asfaltadas, casi no se veían autos o peatones, habían solo pequeñas casas, hachas con "lo que haya a mano".

-Ese es el lugar. Ese pequeño galpón que parece abandonado, en ese terreno baldío. Por dentro es una base segura y organizada, con muchas personas cuidando. O al menos eso era cuando mi esposa y yo la descubrimos, hace ya mucho tiempo. Bueno, esto es lo que haremos...

Martín se puso rápidamente su armadura metálica. No pude reconocer de qué metal estaba hacha, pero se notaba que era muy resistente. Además, gracias a su poder, podía moverse a sí mismo, siempre que la tuviera puesta. No parecía muy pesada, pero sí resistente.

Comenzamos con el plan. Me elevé y tomé posición, por encima del techo del galpón. La construcción era del tamaño de una cancha de fútbol 5.
Martín avanzó voland, literalmente, a raz del piso, y se estrelló con un estrépito en la pared del galpón. Abrió un agujero del tamaño de su cabeza. Se asomó y miró adentro.

-Hey! Saqueador! Vení acá. Te espero.

Unos pocos segundos después, que a mí me parecieron horas, se oyó un ruido desde dentro del lugar. Tardé un poco en reconocerlo... ¡Era el sonido de un arma al ser cargada! Oí varias veces más el mismo ruido, pero antes de poder alertar a Martín, una ráfaga de balas le dio en el pecho. Abrió los ojos como platos y cayó al suelo.
Contuve un grito. Debía continuar con el plan, sino su muerte habría sido en vano. Antes de eso, llamé a una ambulancia y a la policía, les advertí que se acercaran sin sirenas. Me dijeron que llegarían en alrededor de media hora. Demonios. Tendría que hacerlo solo.
Tres tipos habían salido afuera, agarraron el cuerpo de martín y lo tiraron a un costado, detrás de una pila de basura. En ese momento volé hasta una ventana trasera, la abrí sin hacer ruido y me asomé.

El lugar era más grande de lo que parecía. Tenía dos pisos, pero vi unas amplias escaleras de metal que bajaban hacia un lugar oscuro. Había bastante gente, andando de un lugar a otro, utilizando viejas computadoras o simplemente vigilando, con armas en la mano. Conté cuatro guardias. Recorrí varias veces el lugar con la mirada, pero no encontré ninguna cámara. Debía aprovechar el momento, todavía nadie me había visto y habían tres tipos aún afuera. Debía seguir con el plan. Entré furtivamente, por lugares poco iluminados o escondido detrás de los ductos de ventilación. Hacía un rato que había divisado mi objetivo: la central eléctrica. Llegué hasta ella y, sin aterrizar, privé de electricidad a todo el lugar. Todo se oscureció de repente. Sólo la tenue luz del crepúsculo entraba por las escasas ventanas. Oí voces en un idioma que no reconocí, parecía marroquí, egipcio… uno de esos, eran todos iguales. Ví la sombra de alguien que se acercaba a donde yo estaba. Levité, y cuando estaba debajo mío le di un rodillazo en la nuca. Por suerte para mí, cayó inconsciente al suelo, sin gritar o llamar a alguien. Lo atajé justo antes de que cayera al suelo, para que el golpe no hiciera ruido. Después lo apoyé y le quité el arma. Escondí al guardia en un baño viejo y sucio. Ahora debía seguir con la segunda parte del plan.

Al pasar de nuevo por la central eléctrica, decidí romperla, como de paso. Col el arma del guardia, que estaba tirada en el suelo, le dí varios culatazos. La central estaba hecha pedazos.´Con eso era suficiente. Me dí vuelta.

-¡Ahhh!

Dos gurdias me estaban apuntando con sus rifles. Había metido la pata El plan estaba arruinado. Había hecho demasiado ruido y me habían descubierto, lña muerte de Martín había sido en vano... y yo iba a correr su misma suerte. ¿¡Por qué mierda había hecho eso!?
Los tipos me agarraron, me quitaron el arma y me arrastraron por el pasillo. Mientras caminaban, hablaban entre ellos, pero no los pude entender. Me llevaron hasta otro tipo, parecía ser su jefe, aunque era demasiado joven para ser el saqueador. Debía ser su mano derecha. Les ordenó algo y mis captores asintieron. Me ataron las manos detrás de la espalda tan fuerte que mis muñecas comenzaron a sangrar.
Me golpearon en el estómago varias veces. Me pareció que lo hacían solo para divertirse. Ya había recibido tres golpes cuando me enojé. Le dí un cabezaso a uno en la nariz, que le empezó a sangrar. Era el momento. Traté de elevarme.. pero me tenían bien sujetado. Me golpearon en la cara y perdí el conocimiento.

Desperté con el sol que me encandilaba. Estaba afuera del galpón. Los dos guardias me rodeaban. Uno de ellos me dijo algo, pero no lo entendí. A continuación, uno de ellos sacó un revolver y me apuntó. Traté de escapar, pero estaba atado de pies y manos. Tampoco podía volar.

click click

Cargó el arma. Cerré los ojos, esperando el disparo. Desaba haber tenido más tiempo, poder haber disfrutado más de la vida. Sonó el disparo. En milesimas de segundo, toda mi vida pasó frenta a mi. Después, todo se puso borroso. Y a continuación, no ví nada más. Sentía como si volara.
¿Así era la muerte realmente? Era como... estar con los ojos cerrados... pero seguir consciente... Entonces, noté que podía moverme. Ya no estaba atado. ¿Era que acaso estaba en el cielo...? ¿Y era ciego? Entonces, noté que tenía los ojos cerrados. Los abrí. Ví una silueta de un hombre, parado frente a mi, recortada contra el cielo celeste. Cuando se me aclaró la vista, reconocí al hombre. Era Martín.

Todo era muy confuso.

-¿Es... Estoy.... Estamos muertos?
-No. Estamos a salvo. Te desmayaste del susto justo antes de que yo te rescatara. dijo Martín sonriendo. Me incorporé. Estábamos escondidos detrás de unos arbustos, a dos cuadras del galpón.
-Pero... Te ví morir. Los guardias te dispararon y...... Ahhhh, cierto!... jaja. Tu poder. Realmente pareció de verdad. Todos se lo creyeron. Fue una buena distracción...
-No me halagues, casi me sale mal. Detuve las balas a centímetros de mi cuerpo. Es más, una me abolló la armadura. Se supone que debe resistir balas, pero me dispararon con una itaca, y de cerca.... Bueno, nuestro trabajo está listo, por hoy. Vamos a buscar algun lugar para dormir.
-Pero.. Arruiné todo. No terminé el plan. Me descubrieron antes. Perdón, es mi culpa.
-No. Descubrimos que el saqueador sigue vivo. Sin él, la organización no seguiría. Es el único líder. Seguramente fue él el que robó el museo. ¿No viste ningún objeto histórico en el galpón?
-Nada.
-Seguramente lo tiene el saqueador, o ya lo vendieron ilegalmente...-De repente recordé algo.
-Esperá... Escuché algo, unos guardias hablando en inglés, antes de que me atraparan. Dijeron algo como "él está viajando hacia Milan, con los objetos." No le presté mucha atención, pero... Es probable que se refieran a el saqueador y a las cosas robadas al museo.
-Puede ser. Es la única pista que tenemos. Partimos en próximo avión hacia Italia. Acá está tu equipaje. Vamos.-Empezamos a caminar de escondite en escondite, alejándonos de la base.
-Pero ¿Y la policía?
-Deben estar por llegar. Veremos si pueden atrapar a estos idiotas... Aunque lo más probable es que los malditos escapen, o que la policía no encuentre nada sospechoso.

Hicimos una larga cola hasta llegar a la mesada donde vendían los pasajes. Martín preguntó en inglés cuanto costaban dos a Milán, en la línea más económica.
-<Son 350 euros cada uno.> dio la mujer, que era de rostro agradable y cuerpo curvilíneo.
-<De acuerdo, podemos pagarlo.> Martín agarró su vieja billetera y la abrió. De repente, puso cara de sorpresa. Mientras seguía buscando, se ponía cada vez más nervioso. -Nos robaron, DE VUELTA. Sólo puedo pagar un viaje.

Me quedé duro, mirándolo fijamente. Le hice un seña, para hablar alejados.

-<Esperenos un momento, señorita.> ¿Qué queres Necul?
-Puedo ir volando hasta Milán. Vos andá en el avión. Ya hice un vuelo largo una vez, de París a El Cairo, y llegué cansado, pero llegué. Estoy seguro que puedo hacerlo.
-Mmmm. No lo sé. Es muy largo, es de noche, hoy fue un día cansador y casi no comiste nada. Es peligroso.
-Sé que puedo hacerlo.- Lo míré a los ojos.- Confiá en mí.

Asintió con la cabeza. Fue a comprar su pasaje. Mientras, yo me senté en un banco y saqué mi libro de vuelo. Tal vez encontraba algo útil. Hojeé unos instantes hasta que encontré lo que buscaba.

<Decimoprimera lección
Vuelo de larga distancia.
Este tipo de vuelo es muy útil, más cuando se tiene la habilidad bien desarrollada y se pueden alcanzar altas velocidades. Se debe adoptar una posición cómoda, la más común es tambien la de mejor resultado. Se deben poner los brazos rectos, pegados al cuerpo, con las palmas abiertas tocando los muslos. Lo mejor es colocar las piernas extendidas, con los tobillos hacia atrás, buscando aerodinamia. Se debe sacar pecho, tener los hombros rectos, buscando una posición que mejore el planeo, reduciendo el gasto de energía. La cabeza tiene que estar recta, apuntando hacia donde se quiere ir.
Hay que tener cuidado, un viento de costado puede generar desvíos y perdida de contol. En este caso, se debe aflojar el cuerpo, estar tranquilo y acelerar por un tiempo corto.
Otra cosa a tener en cuenta es llevar una velocidad prmedio ni muy lenta ni muy rápida.
Aconsejo alimentarse bien antes de despegar, y hacer los ejercicios de elongación y entrada en calor de la lección 8.

Decimosegunda lección
Vuelo con el incosciente.
Se puede volar en esas condiciones, ya sea dormido, en estado de relax o distraído. Se necesita meditación y tener el poder bien desarrollado. Es más, hasta en esta estado se puede llegar a tener más fuerza mental para la levitación. El problema es que en ocasiones esto llega a un punto en que se empieza a ascender hasta puntos extremos, en los que el levitador corre riesgo. Por eso es conveniente empezar volando lo más bajo posible, y tratar de no caer en un sueño muy profundo, así como controlar todo regularmente.
Se debe tratar de tener una buena posición, cómoda, preferiblemente la explicada en la lección anterior. Hay que apuntar el cuerpo exactamente hacia donde se qiere ir, y concentrarse en el punto del destino.>

Cerré el libro, dejando un pañuelo de papel a modo de señalador en esa página.

Dejé el libro en el banco. Martín estaba dormido al lado mío. Me levanté y fui a caminar un poco. Tenía una sensación extraña en el estómago. Estaba nervioso... muy nervioso. Cuando había viajado de París a El Cairo había parado tres veces a descansar, esta vez no podía darme ese lujo, el sequeador podía irse en cualquier momento de Milán. Troté un poco. Tenía las piernas entumeciadas.

Además de estar nervoso por el vuelo, también lo estaba por lo que vendría despues (si es que llegaba a Milán). ¿Encontraríamos a el Saqueador? ¿Nos estaría esperando? Después de todo, no era un traficante cualquiera. Y sus secuases tampoco.

Después de trotar un poco, elongué y fui con Martín. Lo desperté. El avión partía en quince minutos. SE levantó y fue a despachar el equipaje. Lo único que yo llevaría conmigo era mi mochila, con una campera y el libro.

-Bueno, cuidate. Tengo que subir a el avión. Nos vemos en el aeropuerto de Milán. Tomá esta brújula. Tené que volar siempre al noreste. Primero vas a llegar al mediterráneo. Esa es la parte m,ás larga. Después vas a llegar a Italia. Milán está en el norte del país. Es una ciudad grande, con edificios antiguos. Si no estás seguro, bajá y preguntale a alguien.
-Gracias. Chau Martín. Nos vemos ahí. No te preocupes por mi, voy a estar bien.

Se fue por un pasillo, junto con los demás pasajeros. Me despedí de él con la mano. Me até la brúlula a la muñeca. Fui hasta el lugar donde se dejaba el equipaje y me colé cuando nadie veía. El lugar estaba oscuro, apenas podía ver. Decenas de cintas tranportadoras formaban un laberinto, con incontables valijas y bolsos encima. Me senté en una de ellas y esperé unos pocos minutos. Salí afuera. Hacía frío. Subí el cierre de mi buzo hasta el tope. Fui caminando hasta la pista de despegue. Abrí la mochila y saqué el libro.

<Lección ocho
Entradas en calor

Es muy imp...>

Alguien me gritaba en Marroquí. Me dí vuelta. Uno de los encargados de la pista corrí hacia mí. Ahora estaba hablando en inglés.

-<... estar acá, me vas a tener que acompañar. ¡Vení acá!>

Me habían descubierto, empecé a correr por la pista, alejandome del edificio del aeropuerto. Miré hacia atrás. Ahora tres hombres me perseguían. Traían linternas, y pude ver pistolas enfundadas en sus cinturones. Miré hacia adelante y ví asustado que había dos hombres más esperandome, cada vez más cerca. No tenía opción. Salté y empecé a elevarme. Pasé por sobre sus cabezas, justo a tiempo para ver sus caras de estupefacción. Escuché como puteaban en marroquí. Me di cuenta por el tono de sus voces. Guardé el libro en la mochila (por la distracción descendí varios metros y casi me estrello contra la torre de control). Después tomé altura, me puse en la posición para vuelo largo y, mirando la brújula, fijé el rumbo.

Cruzé la ciudad a toda velocidad, volando apenas más alto que los edificios. Nadie debía verme. Unos minutos más tarde, dejé el lugar. Bajé un poco la altura. Cuanto más alto estaba, más frío hacía. Recordé el libro y memoricé las lecciones mentalmente. No debía olvidar nada. Decidí disminuir la velocidad un poco. Apreté las cintas de la mochila, estaban muy largas y esta se balanceaba de un lado a lotro. Así estaba mucho mejor.

Casi media hora más tarde llegué al Mediterráneo. Un fuerte viento de frente empezó a azotarme. Esto iba a estar difícil. Bajé un poco más. Las grandes olas pasaban a escasos metro de mí, y empezé a salpicarme. De repente, una imagen de un libro se me vino a la cabeza. Era la leyenda de Dédalo e Ícaro. Recordé que, antes de despegar, el padre le decía al hijo que no volara muy bajo, porque el agua haría sus alas más pesadas, ni muy alto, porque el sol derretiría la cera con la que estaban pegadas. Inmediatamente, subí unos diez metros.

Ya hacía dos horas que estaba volando. El avión de Martín ya estaría a punto de llegar a Milán. Según mis cálculos, yo ni siquiera habría llegado a la mitad del mar. Debía descansar. Decidí tratar de dormir un poco. Mis piernas no daban más, las tenía rígidas. Bajé la velocidad y camié de posición. Me estiré, moví un poco las piernas, volé mirando hacia arriba y hasta sentado, todo esto en menos de diez minutos. Ya estaba mejor. Volví a la posición de vuelo y trate de dormir. Poco a poco, los ojos se mu fueron cerrando...

Desperté de repente. Tenía frío, mucho frío. Aún era de noche. Cuando mis ojos, uno segundos después se acostumbraron a la oscuridad, noté que estaba a miles de metros de altura. ¡Había ascendido mientras dormía! Me costaba respirar, no había suficiente oxígeno a esta altura. Tenía que bajar. Aceleré y apunté el cuerpo hacia abajo. Ya no soportaba el frío. Por la velocidad, los ojos se me pusieron llorosos. Una lágrima corrió por mi mejilla, y al rato se congeló. Me costaba más y más respirar. Me empezó a faltar el aire. De repente, dejé de volar hacia adelante, y empezé una caída descontrolada, directo hacia abajo. Ya no podía controlar mi poder. Un choque contra el agua desde esta altura sería como caer en una calle asfaltada. Me empezé a desesperar, al tiempo que veía como esa gran masa azul oscura que era el mar se acercaba más y más. Por el viento, la mochila se me soltó, y me pareció como si se elevara. Yo caía mas rápido. Faltaban unos quinientos metros para el choque. Trescientos. Doscientos. Cerré los ojos.
¡CRASH! Los abrí. Estaba levitando a unos centímetros del agua. Las olas me salpicaban. Mi mochila había caído a unso metros de mí. ¡Otra vez me había librado de la muerte por un pelo! Tomé mi mochila y me elevé unos pocos metros, debía continuar. Ya estaba entrando en calor y volvía a respirar normalmente.


Alrededor de tres horas después, puede ver como el horizonte, hacia el este, se aclaraba de a poco. Estaba amaneciendo.



El sol estaba ya alto en el cielo. Era casi el mediodía. Pude ver tierra adelante mío, lejos, en el horizonte. Estaba llegando.

Una hora despues, estaba volando sobre tierra firme. Todavía tenía las piernas acalambradas, y el estómago me pedía a gritos algo de comer. Aterricé en la costa. Dejé la mochila en el suelo y me acosté en la tibia arena, mirando el cielo celeste. Me merecía un descanso. Ya estaba en Italia.

Cuando desperté, ya me sentía muchísimo mejor, pero tenía la boca seca y el estómago me dolía del hambre. Me levanté, agarré la mochila y empecé a caminar por la costa, buscando algun pueblo, o un arroyo donde poder tomar agua.

-Ma che cazzo! Luigi! Senti! C'e un ragazzo en la strada! -Una señora había salido de una casita chiquita, de madera, a unos metros de la costa, y gritaba como loca, a un viejo sentado en un banco.
-Hola señora. No hablo Italiano. Estoy perdido.
-Hola niño. Estás en Sicilia, en Italia. ¿Eres de argentina?
-Si señora.
-Mi hija se fue a vivir ahí, a Buenos Aires, y yo la visito seguido. ¿Qué haces por esos lugares? ¿Como llegaste acá?
-Ehhhh... No importa. ¿Dijo Sicilia?.... Eso es....
-Si joven. La isla grande, al sur de Italia. ¿Necesitas algo? Pareces un naufrago.
-Ehhh. Si, si, soy un naufrago.
-No serás un inmigrante ilegal, verdad? Bueno, en realidad no es de mi incumbncia. Ven, te daré agua y algo para comer. Pareces cansado.
-Gracias señora.

Esa parada me hizo realmente bien. Comimos dentro de la casa, con el viejo, que no dejó de mirarme fijamente, con cara de enojado, ni un solo segundo.

-Gracias a los dos. Ahora debo irme. Adiós. -Caminé un poco por la playa hasta aljerame de la casa.
Cuando se perdió de vista, traté de despegar. Me levanté unos centímetros del suelo y empezé a avanzar, pero de repente caí de cara a la arena. Escupí toda la que había tragado y volví a despegar. No me había concentrado lo suficiente. Lo hice, y despegué nuevamente, pero volvió a suceder lo mismo. ¿Qué demonios me pasaba? Después de varios intentos, decidí rendirme. Aún estaba cansado. Volví a la casa. No había nadie afuera. de repente, vi que en el piso de arriba había una terraza, eso podría ayudarme a despegar. Trepé por la irregular pared, y subí a la terraza. Tomé carrera y salté al vacío. Descendí unos metros a una velocidad vertiginosa, pero me concentré y logré salir volando. En ese momento, oí como se abría una puerta y ví por el rabillo del ojo a la señora.

-Luigi! Senti! El ragazzo é volando! Che cazzo e sucedendo?
-Ma che cazzo!

Me habían visto, pero en realidad no era muy importante. Unos viejitos solitarios, alejados de la civilización y un poco locos. ¿Quién podría creerles?

Sobrevolé la isla, por encima del imponente volcán y sobre unos poblados. Salí de nuevo al mar, y a los pocos minutos llegaba al sur del continente, esta vez sí.

Off: sigue en Milan.